Tom por fin había aprendido que no existían los milagros, que no existía el destino. Que nada está predestinado. Lo sabía. Ahora estaba seguro de ello. Tom estaba, bastante seguro...
- Hola.
- ¿Tú otra vez?
- Si, es que pensaba que si después de la entrevista te apetecería tomar un café, o una cerveza
- (...)Claro, ¿Porqué no?
- Es un placer, me llamo Tom.
- Yo Autumn.
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